(by Carlos)
Nuestro primer trayecto de largo recorrido no pudo ser más cómodo. Las 8 horas de vuelo a USA nos pasaron volando (broma fácil para bajaros las expectativas de este post). El vuelo de Virgin Airlines resultó muy confortable y con una buena oferta de películas que nos hizo incluso comentar que no nos hubiera importado que el trayecto durase algo más. Pero también estábamos ansiosos por llegar a una de las ciudades más impresionantes del mundo: New York, la ciudad que nunca duerme, tal como cantaba Sinatra. Para Pablo la experiencia resultaba más excitante, era su primera vez en la capital del mundo moderno. En mi caso se trataba de la cuarta vez que visitaba la ciudad, pero la primera en la que no lo hacía con mentalidad de turista, sino con la extraña y relajante sensación de dejarme llevar, por el propio Pablo, por nuestro amigo Chris o por la propia ciudad.
New York nos recibió como esperábamos, con frío. Un frío soportable, pero incómodo en algunos momentos. Tuvimos suerte de llegar en un momento en el que el temporal de nieve había quedado atrás e incluso Pablo se atrevió a asegurar en nuestro primer contacto con el exterior que no se estaba “tan mal” y que “en Barcelona se nota más la humedad”. Dos minutos después mi compañero se corregía: “Vaya rasca, a ver si llega ya el tren”, a lo que añadió “buff, hay que reconocer que la mochila pesa”. Eran nuestros primeros momentos de cargar durante más de 15 minutos con las bolsas y empezamos a comprobar que alrededor de 12 kilos a la espalda pueden resultar un peso importante con el paso del tiempo.

El patio interior de nuestros anfitirones newyorkers. Habrá que disfrutarlo con calorcito!
En New York nos alojamos en el apartamento de Sandra y Gerard, aunque en este caso solo pudimos disfrutar de la compañía de Geri, el cocinero andorrano miembro del clan de los lobos. Sandra, muy buena amiga desde hace unos cuantos años , se encontraba por motivos de trabajo en Barcelona y se encargó de repetirme unas cuantas veces lo mal que le sabía no poder estar con nosotros. Sin embargo, se nos unirá en algún punto del viaje y Pablo tendrá la oportunidad de comprobar lo que es la energía personificada. En esta ocasión, nuestro amigo Gerard hizo de excelente anfitrión, aunque no pudo compartir con nosotros todo lo que hubiera querido. La primera noche a su lado prometió: cata de tequila, burritos en un auténtico restaurante mexicano de barrio y una cerveza en el típico American Sports Bar antes de irnos a dormir. Pero a partir del día siguiente digamos que el estómago de Gerard empezó a fallar y hasta el último día no lo tuvimos al 100%. Pablo y yo recordamos que nuestros anteriores anfitriones, Pedro y Marta, sufrieron de un fuerte resfriado durante nuestra estancia. Y ahora nuestro host neoyorquino también caía enfermo. Esperemos que no se convierta en una costumbre o empezarán a llamarnos “Los virus” o algo peor.
Así pues, no pudimos contar apenas con nuestro guía particular en New York, pero de esta forma tuvimos que empezar a poner en práctica nuestra orientación como nuevos viajeros del mundo. Y nos sirvió para comprobar que no siempre cuatro ojos ven más que dos. El viajar acompañado puede llevar a cierta relajación en los sentidos y varias veces tuvimos que deshacer el camino andado o caminar más de lo necesario por ir despistados. En el momento de encontrarnos solos Pablo y yo, cada uno por su lado, agudizamos el ingenio y notamos el cambio. Y ello sucedió cuando vivimos nuestro primer momento de separación en este viaje, cuando yo me uní a Gerard para ver el decepcionante Atlético de Madrid- Barça, mientras mi primo periquito se iba a visitar la Zona Cero donde en su día estuvieron las Torres Gemelas (evitaré comparaciones malintencionadas entre un equipo de fútbol y una zona devastada). En mi caso, vivir un partido importante de mi Barça del alma en una peña en New York, en un enorme pub lleno a reventar por aficionados culés de todas partes del mundo resultó emocionante. Me faltó vivir la euforia que podría haber resultado la celebración de un gol, pero fue una buena experiencia.
Estuvimos en New York de jueves noche a lunes por la mañana y nuestra estancia fue una combinación de visitas a lugares emblemáticos de la ciudad (Central Park, Rockefeller Center, la Quinta Avenida, Chinatown, etc) y a todo tipo de bares. En esta parte de la visita contamos con un excelente guía nocturno en la persona de Chris Coats, amigo texano afincado en Brooklyn y que junto a su fiancé Bita y a otros amigos yankees nos hicieron disfrutar de una auténtica New York Saturday night de la que disfrutamos como locos. Thank you, guys!
Nos fuimos de New York con la sensación de dejar mil experiencias pendientes (un barrio, un restaurante, un museo, un espectáculo de Broadway…), pero ¿no pasa siempre lo mismo que visitas la ciudad que nunca duerme? Al menos en este caso, la pena era menor al pensar que pasaríamos del frío invernal de nuestro hemisferio norte al calorsito veraniego de Costa Rica, de la jungla de asfalto a la naturaleza pura. También es cierto que pasábamos de la comodidad y tranquilidad de “lo conocido” a la incertidumbre y a la inseguridad que produce abandonar nuestra “zona de confort”. Pero de eso trata en gran parte este viaje, de perder miedos, de arriesgarse, de abrir la mente y de lanzarse a lo desconocido. Y qué mejor comienzo para ello que Costa Rica. Pura Vida.
Nueva York, una cita inolvidable. (by Pablo)
Cuando llegas por primera vez a NY te das cuenta de que formar parte de ella te hace sentir de una manera muy especial. Te atrae y tú te dejas querer. No solo te enamora su pasado histórico impregnado en todos sus rincones, también caes rendido ante la modernidad de sus nuevas líneas, la evolución de sus zonas y las ganas de esta ciudad de estar a la vanguardia de todo lo que ahora se lleva.
Da igual lo que hayas leído, visto o escuchado de ella antes, pasear entre su jungla de rascacielos por sus míticas avenidas es impresionante. Desde el primer momento, deseas subir a una de estas torres para sentir que se ve desde esas capas de la atmósfera y la verdad, no decepciona.
Es una ciudad cosmopolita sin paliativos y lo demuestra el hecho que de que no entienden de razas, religiones ni procedencias, les da igual, tú estás allí y te hacen sentir un neoyorquino más. Gracias, NY.
Ver como reconstruyen la llamada zona cero en el World Trade Center te demuestra el amor que sienten por su país y su gente. Su patriotismo lo llevan al extremo, no lo ocultan, están orgullos de ser como son y se nota. En el ambiente se palpa un respeto casi sagrado hacia los caídos ese día y estar en ese lugar compartiendo su luto perenne te hace sentir aún más cerca de ellos.
Ni el frío intenso de estos días de enero minó mis ganas insaciables de conocer mejor cada uno de sus rincones. Ver zonas como el Meetpacking District o el High Line demuestra que renovar lo desfasado y transformarlo en modernista es posible si mantienes ese afán por hacer las cosas bien. Explorar a conciencia todos los lugares míticos de Manhattan como Broadway, Central Station, Chelsea Market, Soho, China Town, sus avenidas y en especial la 5a, Times Square, Central Park, su biblioteca nacional o sus museos hace que el tiempo pase volando o que se detenga, ya ni lo sé.

En el planetarium del Museo de Historia Natural daban documental «Dark Universe». Fue impresionante.
Es una ciudad que no te la acabas. Sabes que esto no es un amor de un día. Aquí hay cariño para rato. En mi caso, el viaje de la vuelta al mundo debe continuar y te tengo que dejar, pero tarde o temprano volveré y se que estarás igual o más guapa. I LOVE YOU, NEW YORK!!
Por último, he de agradecer muchísimo a Gerard que nos acogiera a Carlos y a mí en su pequeño pero bien situado pisito en Middle Manhattan de la 45 con la novena. Gracias. Ya tienes un amigo más y tenemos pendiente una buena juerga juntos, ya lo sabes. :P
Y también agradezco infinitamente a Chris y a su futura esposa (Bita) que nos mostraran la noche neoyorquina yendo a tomar unos buenos copazos a esos locales tan auténticos de la zona de West Village. Gracias y hasta otra.

Museo de Historia Natural. Siempre tengo que estar con mis animalitos.

McSorleys. Uno de los pubs más antiguos de NY. Solo sirven dark and light beer. Buenísimas ambas.
NEXT DESTINATION: COSTA RICA