(By Carlos)
Nuestra llegada a Auckland a las 4 de la mañana desde Santiago de Chile nos llenó de optimismo. Todo aquel a quien nos acercamos nos pareció encantador. Los neozelandeses (o kiwis, como se autodenominan en honor al peculiar pájaro que habita únicamente en este país) son amables y bastante cachondos, campechanos diría (pero sin necesidad de tener sangre azul). También son algo difíciles de entender, con una escasa vocalización (dejaremos aquí los paralelismos XD). Esta actitud afable y abierta hacia el desconocido parece ampliarse a todo extranjero que se encuentre en el país, ya sea viajero de paso (como nosotros) o establecido por un tiempo, por lo que resulta un destino perfecto para cualquiera con ganas de conversar y de relacionarse con gente nueva.
Nueva Zelanda está formada por dos islas, norte y sur (para qué romperse la cabeza buscándoles un nombre original). Ambas tienen un tamaño similar, aunque la norte cuenta con mayor población. La isla sur es considerada la más «salvaje» con mayor presencia de la cultura maorí originaria y con una amplia zona de bosques y glaciares sin apenas presencia humana. Nuestros 20 días en el país se centraron en conocer varios destinos de la isla norte e ir descendiendo hasta la isla sur, que pensábamos circunvalar.
Nueva Zelanda es un país con una densidad de población muy baja (4,5 millones de habitantes para un territorio de unos 270.000 km², lo que viene a ser la mitad de España) y casi un tercio de los mismos viven en Auckland. Aún así, incluso esta ciudad nos pareció bastante tranquila. Quizás lo que más nos sorprendió fue la cantidad de asiáticos que vimos. Los datos confirmaron después nuestra percepción, ya que alrededor de un 13% de aucklanders son de raza asiática y, de ellos, un 20% ya son nacidos en Nueva Zelanda. La integración en este caso es cada vez mayor y es probable que acaben superando en número a los nativos maoríes, que representan un 15% de la población (600.000), y que están más presentes en la isla sur.
Dedicamos nuestras primeras horas en el hostel de backpackers a relacionarnos con los futboleros europeos que iban apareciendo por el salón para ver de madrugada el encuentro de ida de Champions entre el Madrid y el Bayern, un alemán seguidor del nuevo equipo de Guardiola, un holandés anti Real Madrid y un irlandés fan de Mourinho y pro merengue en este caso. Una bonita estampa futbolera en un país tan alejado de ese deporte. Tras un mal y aburrido partido (1-0), Pablo y yo nos pateamos el centro de Auckland.
En Auckland visitamos la renovada zona del puerto y subimos a la famosa Sky Tower, divisable desde cualquier punto de la ciudad. El precio de cualquier actividad en Nueva Zelanda es prohibitivo para un backpacker low cost, así que en aquel momento nos conformamos con disfrutar de las vistas de la ciudad desde lo alto y desestimamos caminar alrededor de la torre agarrados por un cable (skywalking) y la emocionante caída (casi) libre desde lo alto, también sujetos a un cable (skyfall). De todas formas, a veces hacemos excepciones y en este caso el gusanillo que le quedó a Pablo por no saltar fue haciéndose más y más grande hasta empujarle al día siguiente. Tenía que hacerlo y el dinero está para vivir experiencias de este tipo, claro que sí!

Punto al que se desciende desde la Sky Tower
Así pues, en nuestro segundo día en Oceanía yo me dispuse a recorrer la cercana isla de Waiheke y sus bonitas playas y viñedos y el primo optó por algo más adrenalítico :) Entre los atractivos de Auckland está el de disponer a pocas horas a la redonda de bellas islas en las que pasar un día o un fin de semana. Waiheke es una de ellas, especialmente reconocida por contener varias reputadas bodegas de vinos. Disfruté recorriendo a pie la isla y contemplando las vistas desde diferentes puntos de la misma.
Por la tarde, los primos nos reencontramos para asistir a un partido de rugby de uno de los cinco equipos neozelandeses que participan en una liga que cuenta además con equipos de Australia y de Sudáfrica. Se nos unió un colega del hostel llamdo Jordi, quien (ojo!) no es catalán, sino holandés. Al parecer, el nombre Jordi (así escrito) es cada vez más común en los Países Bajos, tal como nos explicó nuestro amigo al comprobar nuestra estupefacción tras decirnos cómo se llamaba. Con él compramos las entradas y juntos vimos nuestro primer partido de rugby profesional en un estadio.
Nos gustó la experiencia, aunque también resultó ser la primera gran muestra de las semejanzas entre Nueva Zelanda y Estados Unidos. En el lado bueno, podemos decir que nos encontramos en un recinto moderno, limpio, seguro, con todo tipo de facilidades. Por contra, la falta de animación en las gradas convertía al Camp Nou de Barcelona en algo parecido a La Bombonera de Buenos Aires. ¡Y eso que en Nueva Zelanda se permite la venta de alcohol en recintos deportivos! Nos comentaron que los partidos de la liga nacional, en la que tan solo participa un equipo kiwi y el resto son australianos, son «otra cosa». Al parecer, esa liga se considera «más del pueblo», la que siguen los nativos maoríes, quienes realmente ponen pasión en las gradas. Nos quedamos sin poder comprobarlo, pero en este encuentro Pablo y yo volvimos a ser talismán y los Blues de Auckland se impusieron al equipo que llegaba como favorito, desde la vecina Australia.
Por la noche seguimos comprobando cómo en las Antípodas todo es bien diferente. Nuestra llegada a un club de moda en fin de semana a las 11 de la noche nos hizo sentir realmente extranjeros. No solo porque todos (y casi todas) a nuestro alrededor midieran unos cuantos centímetros más a lo largo y ancho, sino también porque a aquella hora el ambiente era más propio de últimas horas de la madrugada. El elevado precio de cualquier alcohol diferente a la cerveza no invitaba a tratar de situarnos a su nivel, por lo que nos limitamos a disfrutar del ambiente, de la música y de la cuidada decoración de la multitud de pubs existentes.
Dejamos Auckland con destino a Hamilton, donde tan solo hicimos noche. A la mañana siguiente yo tenía un destino claro: Matamata, la población en cuyos alrededores se encuentra el set de rodaje de Hobbiton, esto es, la aldea de los hobbits que podemos ver en las películas de ‘El Señor de los Anillos’ y de ‘El Hobbit’. Pablo consideró excesivos los 70 dólares de la visita, por lo que él se dirigió directamente a Rotorua, donde nos encontraríamos a última hora de la tarde.
En mi caso, la visita a Hobbiton me hizo sentir como un niño. Desde que entré en la tienda que representaba a una casa típica de la Tierra Media que imaginó J.R.R. Tolkien en sus novelas comencé a sentir una excitación similar a la que viví cuando visité Disney World en mi niñez y que me acompañó durante toda la mañana (supongo que algunos fans de la saga me entenderán). Subir luego a un bus decorado al uso y rodeado de freakies como yo me resultó de lo más divertido, porque se palpaba la excitación, en mayor o menor medida, de todos ellos, adultos todos y conscientes también de estar a punto de visitar un lugar especial y que, por su lejanía, éramos afortunados de poder conocer.
El lugar en cuestión se encuentra situado en una enorme extensión de terreno destinada al pasto de 13.000 ovejas. Actualmente, turistas procedentes de todo el mundo visitan día tras día el set de rodaje utilizado en las películas dirigidas por el director neozelandés Peter Jackson, previo pago de una generosa cantidad que se reparten al 50% los propietarios de los terrenos y el señor Jackson. Un lucrativo negocio que, sin embargo, no supieron ver desde el principio, ya que cuando finalizó el rodaje de la trilogía de ‘El Señor de los Anillos’ se retiró todo el montaje que recreaba la aldea hobbit. Por suerte para todos, el rodaje posterior de la trilogía de ‘El Hobbit’ obligó a reconstruir el poblado ficticio y, esta vez sí, los responsables del mismo supieron mantener y conservar todo aquello para el disfrute de los fans y de sus bolsillos.
No sabría decir si lo que se puede ver en este lugar cercano a Matamata satisfará a cualquier fan de los mundos de Tolkien y menos aún a quien no lo sea, pero yo recomendaría a casi cualquiera la visita. El lugar en el que se encuentra Hobbiton, rodeado de colinas verdes parece propio del bello mundo que imaginó el escritor británico y la representación de una aldea en la que se imaginó que vivieron unos seres de pequeño tamaño es perfecta. Eso sí, como suele suceder en el mundo del cine, no todo es lo que parece y las viviendas solo pueden verse por fuera y el único interior construido y visitable, el de la posada donde se ofrece una especie de sidra al visitante, no aparece en ninguna de las películas. En mi caso, la felicidad compartida y los recuerdos que transmite el lugar resultaron mágicos. Y qué fotos se saca uno ahí, oye!!!
Durante la visita a Hobbiton coincidí con una simpática pareja de catalanes que se encontraban de vacaciones en Nueva Zelanda procedentes de Australia, donde residían desde hacía unos meses. Él es segundo entrenador de uno de los equipos de la Liga Australiana de fútbol y ella profesora de idiomas. Tras formarse en las categorías inferiores del FC Barcelona, él vivió la experiencia de entrenar a un equipo en Hong Kong y ahora había iniciado la aventura australiana. Él era un buen fanático de los mundos de Tolkien y ella le acompañaba en esa visita, que diría que también disfrutó. Les envío molts petonets y toda la suerte para la nueva temporada, Pau!!!
En Rotorua Pablo y yo pasamos la noche antes de dirigirnos a Taupo, lugar muy conocido por la belleza de su gran lago sobre el cual muchos deciden lanzarse en paracaídas. Pablo y yo pretendíamos hacer lo mismo y después realizar el famoso trekking del Tongariro. Sin embargo, el mal tiempo nos hizo posponer nuestros planes y optamos por avanzar nuestra visita a la isla sur. Aún teníamos tiempo por delante y esas dos actividades queríamos realizarlas en las mejores condiciones posibles. Y vaya si lo haríamos. Ahora era momento de conocer la isla sur, así que tocaba ferry y a por ello!

Reencuentro en Rotorua
*(Este post acaba de ser publicado desde un bus nocturno entre las ciudades vietnamitas de Nimh Binh y Dong Hoi, ahí es nada! :P)